David Meza |
20:52
Algunas veces muero, porque callar es morir
devorado por el mundo.
20:53
Algunas veces callo. Y el silencio crea
uni-versos pequeñitos en donde no existe la palabra.
20:57
De esa nada parto. El camino me lleva al
viento.
20:58
El viento es un estribillo que se repite y me
repite en las arenas de la vida.
El viento es un sólido suspiro que se mece
bajo la mirada inamovible de los días.
El viento es el lamento de un pueblo
gobernado por un pene castigador e impotente.
El viento no es el viento del que te hablo.
21:00 horas
Dos minutos se han marchado indiferentes.
21:02
Miro el reflejo de mi desnudo incorpóreo caer
vacilante en la dermis del agua y digo:
el tiempo solo existe cuando yo lo pienso.
Nunca antes o después de ello. El tiempo sólo existe cuando yo tú él nosotros
ustedes y ellos lo pensamos. Antes
no ha existido. Después nunca existirá. El tiempo solo existe al igual
que solo existen los puntos, las comas, las hojas, los hombres, los hombres que
viven en las hojas, los signos, los ojos, la mente (la mente honda, total y
vaga), la rima, los muros, los altos murales sobre los muros, la gente, la
terrible gente, la hora infinita que siempre termina, la sirvienta desnuda cuya
vagina es el sol, la tierra que muere en manos de unos cuantos que se llaman
todos, la policía, el obrero, la policía que también es un obrero, la obscena
silueta de México, la obscena silueta de Cíkera (el Ángel), la lista en que te
ves escrito, la duda, el deseo, el deseo y la duda de ser escritor y escribir
cada día de tu vida un poema hasta que mueras y nazcas en la tinta de tus
versos, los besos, los celos, los cielos, los cielos de besos helados, los
cielos de besos celados, los niños, los trenes, los pies, los niños que borran
tus pies sobre los trenes y luego te imploran una moneda, los hombres que con
argumento les dicen que no, los que sin ello les dicen lo mismo, los países,
las banderas, el humo que desciende pero asciende de tus labios como culebra
híbrida que nace crece y muere en el espacio de mis ojos, las sombras que se
unen en un solo árbol, el árbol que se extiende por toda la tierra, la tierra
que es semilla del negro universo, los espirales de mi hambre en tus desvelos,
la gota que se hunde en mi sólida frente, los niños que me salen por los
ojos, el pétalo que se tiende
sobre las sábanas de la tierra, la cadena de ADN en mi garganta, los hombres
que no son máquinas pero miran su reloj y dicen: SON LAS ONCE HORAS CON TRECE
MINUTOS, la oscura algarabía de diciembre, la idea recostada en el silencio, la
serpiente de arena, el vientre líquido, la reina de mi alba envejecida, la
blanca princesa de la muerte, el arco magenta de la luz, la insignia necesaria
que nos miente, el cántaro dulce y de sirena, el manto turquesa de lo eterno y
los tres puntos suspensivos de la vida…
21:36
Sólo me queda escuchar la palabra muerta en
los bordes de tus labios.
21:45
Sólo me queda la tinta fluyendo desde mi
corazón hasta la herida de esta pluma.
21:50
Sólo me quedan hilillos de lava como guía
hacía los escombros vegetales de la mente, surgiendo por los dedos rotos de mis
versos.
Sólo me queda la conciencia fracturada de las
calles lamentándose en las auras de mis ojos.
Sólo me queda el curso detenido de estos
trenes marcándome la boca con el ardiente pulso de su riel.
Sólo me queda caminar y buscar en el
horizonte una mariposa de mercurio verde que me devuelva la mirada y me destroce la bandera de los hombres.
Sólo me queda la certeza que me da el
silencio y el abandono al estar en medio de una multitud con tapabocas y
tapaideas.
Sólo me queda la muerte de mi amigo entre los
gritos de un vendedor ambulante.
Sólo me queda la sonrisa falsa de una mujer
desnuda que desde el periódico nos mira en la miseria.
Sólo me queda la luz de unas horas
aprisionada en una lámpara sin cara sobre el techo.
Sólo me queda la negación del tiempo y su
hermosa brevedad ya terminó.
21:03
21:04 21:01 21:09 21:25
21:39 21:04 El tiempo no existe. Y si existe nada
quiero saber de él.
David Meza (Ciudad de México, 1990) Escribe un libro llamado El sueño de Visnu. Cree en la poesía
con todos sus huesos, con todos sus músculos. Le gusta la magia, la relectura y
ACDC. Perteneció a la Red
de los poetas salvajes.