Río subterráneo
Vaga por la ciudad
por las calles de la ciudad
por los espejismos de la ciudad.
Escucha gritos,
esquiva coches,
se esconde de la tarde,
finge escribir la luz
en la cúpula de una iglesia
y apuesta su futuro
en el vaso de ron
que está al alcance de sus manos.
Se da tiempo de intercambiar algunas sombras
que lo asaltan en cada esquina
(delirium tremens, lo llaman algunos).
No le da importancia al frío
casi azul de la madrugada.
Cuando siente cansado el luminoso oscuro de la noche
se despide de sí mismo
y el nombre de la mujer que lo espera.