Lucas Matus |
Noche
Todo y todo estaba oscuro.
Noche atrapada dentro de un túnel
que no tenía la certeza de ser tripa
hambrienta,
línea férrea de angostos pasos
subterráneos
o cloaca de ciudad.
Noche abrió los ojos cuanto pudo,
cerró las narinas hasta la asfixia,
cansada de ser ciega reventó,
vomitó sobre los rieles electrizados.
Túnel ingenuo se abrió a lo largo.
Una vez liberada de la náusea,
noche voraz penetra túnel buscando
colecciones filatélicas,
cartas que nunca llegarán a su
destino,
huesos abandonados desde el último
suicidio,
olvidos,
abrazos furtivos y placeres
prohibidos...
Se pegó a las paredes cuanto pudo
acariciando cada grieta,
cada patraña de humedad escurriendo
lentas lágrimas sucias,
se regodeó hasta el orgasmo infinito.
Túnel se estremeció.
Alarma sísmica, absurda y loca,
gritó:
¡Sálvese el que pueda!
Túnel bufó en la bocamanga de San
Antonio Abad.
En calzada de Tlalpan los transeúntes
que corrían presurosos a sus casas
se sintieron ofuscados,
el miedo les asomó un temblor en las
manos
ja… no entendieron la urgencia de la
caricia, ni del goce trémular de las entrañas.
Las putillas de la esquina desde sus
escotes largos,
sus minifaldas,
sus muslos de golosina y sus medias
quitapón
sonrieron jugosas, sabían lo suyo.
Noche salió al exterior sin labial en
la boca,
Túnel se quedó tendido cuan largo
era,
Doce veces,
Doce brazos de Kali repartidos en las
profundidades de la antigua Tenochtitlán.
Noche cayó sobre las esquinas,
la luz de las farolas parpadeó entre
el amarillo de Marte y el negro de humo
silenciosa amplia y cálida
Noche se
extendió lentamente sobre las calles de la ciudad.