lunes, 26 de septiembre de 2011

Lucas Matus


Lucas Matus


Noche


Todo y todo estaba oscuro.

Noche atrapada dentro de un túnel
que no tenía la certeza de ser tripa hambrienta,
línea férrea de angostos pasos subterráneos
o cloaca de ciudad.

Noche abrió los ojos cuanto pudo,
cerró las narinas hasta la asfixia,
cansada de ser ciega reventó,
vomitó sobre los rieles electrizados.

Túnel ingenuo se abrió a lo largo.

Una vez liberada de la náusea,
noche voraz penetra túnel buscando colecciones filatélicas,
cartas que nunca llegarán a su destino,
huesos abandonados desde el último suicidio,
olvidos,
abrazos furtivos y placeres prohibidos...

Se pegó a las paredes cuanto pudo
acariciando cada grieta,
cada patraña de humedad escurriendo lentas lágrimas sucias,
se regodeó hasta el orgasmo infinito.

Túnel se estremeció.

Alarma sísmica, absurda y loca, gritó:
¡Sálvese el que pueda!

Túnel bufó en la bocamanga de San Antonio Abad.

En calzada de Tlalpan los transeúntes que corrían presurosos a sus casas
se sintieron ofuscados,
el miedo les asomó un temblor en las manos
ja… no entendieron la urgencia de la caricia, ni del goce trémular de las entrañas.

Las putillas de la esquina desde sus escotes largos,
sus minifaldas,
sus muslos de golosina y sus medias quitapón
sonrieron jugosas, sabían lo suyo.

Noche salió al exterior sin labial en la boca,
Túnel se quedó tendido cuan largo era,
Doce veces,
Doce brazos de Kali repartidos en las profundidades de la antigua Tenochtitlán.

Noche cayó sobre las esquinas,
la luz de las farolas parpadeó entre el amarillo de Marte y el negro de humo
silenciosa amplia y cálida
Noche se extendió lentamente sobre las calles de la ciudad.