Luis Téllez-Tejeda |
Callejón de Manzanares
Para Luis
No importa, realmente no
el olor de humedad agria,
la repetición intermitente
de una sola melodía en la radiola,
la oscuridad de las láminas,
apenas mitigada por tres focos,
que los perros atosiguen
bajo las mesas lamiendo gargajos,
que las sillas parezcan no soportar
una cerveza más y tiemblen a cada sorbo,
que los ceniceros, copados, arrojen
las bocanadas de escoria que colman el lugar.
No importa.
La soledad
de las escuelas por la noche,
de los barcos en el puerto,
de los parques cuando llueve,
conquistaría este pasaje.
Es dádiva la bandeja plateada,
Salomé,
la carne es carne,
la muerte, muerte;
sobra el artificio
cuando es preciso
ostentar orfandad.
Quién es más
cuando se está entre nadie.
Qué otra gloria
sino el anónimo gemido
sobre un cuerpo arrendado.
No importa la cortina mullida
que esconde a quien quiere mostrarse,
el colchón casi inexistente
que salva del suelo la vertiginosa penetración
tampoco el aroma clórico de las ropas
que jamás terminan por descubrir a quien las lleva.
No importa, si eyacular bajo los pantalones
sustituye cualquier recuerdo de la ciudad,
si acariciar senos a contra reloj
apaga dudas,
si la cerveza, fría y barata
prolonga las conversaciones.
Cualquier burdel preferiría
luces y terciopelo,
aquí la banqueta anuncia
la pista de baile,
las escaleras de la vecindad
hace las veces de alfombra.
Para qué escenografía entonces,
sólo caricias y miradas,
total, si nadie lo sabe
no es pecado.